Historia de
vida de Graciela Salinas
por Armando Castañón
Graciela tenía 20 años de casada cuando
su hijo mayor, Mario Alberto, con sólo diecinueve años de edad sufrió un
accidente laboral, lo que provoca que lo internen durante ocho días antes de fallecer
en el hospital. No siendo suficiente la pena, su esposo José Rodríguez muere en
un accidente automovilístico tan sólo dos meses después de la pérdida de su
hijo. Así, Graciela y su hija Jessica se quedaron solas a su suerte, perdiendo
trágicamente a sus seres queridos y con ellos, el sustento económico del hogar.
Graciela Salinas vio luz un 4 de enero
de 1958, nacida y criada en la ciudad de Viesca, Coahuila. Con un porte alegre
y despreocupado, esconde tragedias y desventuras que ha vivido, así como
alegrías pero sobre todo una vida de lucha y un entusiasmo incansable.
“Vivi con mis abuelos (en Viesca) toda
mi vida, ellos me criaron. Hasta que cumplí dieciocho años y conocí a José. Mi
esposo y yo nos enviábamos cartas y un día en una carta me dijo, ’¿te casas
conmigo?’ Y yo le dije que sí” nos comenta Doña Chela, como la llaman sus
vecinas. Y aunque los abuelos de Graciela no estaban de acuerdo en el noviazgo
y futuro matrimonio, la pareja se fugó a Torreón para contraer nupcias en esta
ciudad.
Después de un tiempo en el que José no
encontraba trabajo, los recién casados tuvieron que mudarse a Saltillo en busca
de oportunidades. “Primero llegamos con una tía de José y luego ya empezamos a
vivir de renta. Pero poco a poco fuimos juntando nuestro dinerito para una casa
(…) para cuando nos fuimos a nuestra casa ya teníamos a Mario Alberto y Jessica
(sus hijos)”.
Tiempo después, con la familia ya bien
asentada en la capital coahuilense, Mario Alberto estaba trabajando como electricista y con tan sólo algunos
meses laborando sufrió un terrible accidente. “Pobre de mi hijo acababa de
salir de estudiar (…) Lo internaron en el hospital un martes y para el
miércoles de la otra semana falleció”, nos platica Doña Graciela entre
lágrimas.
“Por si no fuera poco a los dos meses se
mató José”, nos sigue contando Graciela. Su esposo José Ramírez trabajaba en
una construcción, un fin de semana luego de la muerte de su hijo, él también
perdió la vida. “Venía con un compadre en la camioneta, iba manejando borracho
y en un descuido la camioneta se volcó”, nos platica mientras recuerda el
trágico hecho.
Tras lo sucedido, la familia de Doña
Chela acudió para ayudarla. Entre sus hermanos y su mamá la ayudaron a ella y a
su hija a mudarse a Torreón a la casa de su madre, dónde contarían con apoyo
familiar. Al hacer el cambio de ciudad, Jessica de 14 años se inscribió en una
escuela secundaria y Graciela comenzó a vender gorditas por las mañanas, nieve
en las tardes y menudo los domingos, además de vender ropa entre sus vecinas en
la colonia Eduardo Guerra. “Fue difícil para mí quedarme sola, porque yo no
sabía hacer nada, y de estar acostumbrada a que todo me dieran a de repente
tener que trabajar y dejar mi casa, sí fue muy difícil” nos comparte.
“Todas las noches lloraba, pero un día
mi hija se despertó y me encontró llorando; ella también se puso a llorar
conmigo. Supe ahí que debía levantarme pues si yo no cuidaba de mi hija, nadie
lo haría. Ella era lo único que me quedaba”, nos sigue platicando la originaria
de Viesca. Mientras Jessica seguía estudiando la secundaria y luego la
preparatoria, aparte de clases especiales de cómputo, Graciela seguía vendiendo
todo tipo de productos y comida para sacar adelante a su hija, lo único que le
quedaba de su familia.
“Es un orgullo para mí que (Jessica)
haya terminado sus estudios, porque ella no se ha avergonzado de lo que soy.
Siempre dice con orgullo que su madre sola, aunque no haya tenido estudios, la
ha sacado adelante”. Incluso hoy que Jessica se graduó en ingeniería en
mecatrónica por la Universidad Tecnológica de Torreón, Doña Chela sigue
trabajando y aunque el dolor no se olvida no le guarda resentimientos a la vida
e intenta imprimirle alegría a todo los que hace: “nunca le he reclamado ni a
la vida, ni a Dios por qué esto me pasó a mí. ¿Por qué a mí no? soy un ser humano como cualquier
otro”.