Fanatismos.
Causas
e Implicaciones Sociales y Psicológicas.
Por Armando Castañón Camarena
Es
común escuchar la frase “todos los extremos son malos”, sea partidario o no de
esta creencia popular, lo cierto es que ir a los extremos tiene consecuencias, tanto
buenas como malas para aquel que se atreve a sobrepasar los límites de lo que
es considerado como “normal”.
Esta
tendencia de ir más allá se presenta
en todos los ámbitos en los cuáles el ser humano es partícipe, incluida la
afición que se tiene por algún ente, ídolo o ideología. Cuando la simpatía por
una idea, un sentimiento, o una persona alcanza niveles psicológicos anormales,
es cuando comienzan a presentarse los problemas, a esto se le llama “fanatismo”.
El
diccionario define al fanatismo como “el apasionamiento exacerbado de una
persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias u opiniones”, y al
fanático como “aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo”. Pero no
es sólo eso, el psicólogo Roberto López Franco nos comenta “tiene que ver con
ideas obsesivas (…) trasciende los parámetros de la normalidad social (…) y se
puede fanatizar sobre una deidad, una ideología o hasta una persona”.
Si
bien es cierto que el fanatismo engloba toda una serie de actitudes obsesivas y
simpatías extralimitadas, existen diferentes tipos de éste. Hay desde fanáticos
religiosos y musicales, hasta llegar a los deportivos. Cada uno posee
características particulares y las personas que encajan en las distintas
descripciones de “fanático” pueden ser muy diferentes.
Al pendiente de las campanas.
“Doña
Mary”, como nos pidió que la llamáramos, nos platica que es de esas señoras que
va a la iglesia todos los días, y se está ahí casi todo el día; “acostumbro
pasar el rato ahí (en la iglesia), y sólo voy a la casa a hacerle de comer a
mis hijos, para que cuando lleguen de la escuela tengan que comer”, nos
complementa la señora de 52 años de edad.
Cuando
le preguntamos de dónde nace este hábito de ir a la iglesia Doña Mary nos
responde “mis papás siempre me traían a la iglesia y me educaron mucho a la
religión (…) pero cuando estaba jovencita siempre me gustó ir a la iglesia y
ese gusto fue creciendo poco a poco”. El psicólogo Roberto López nos explica
que el origen del fanatismo tiene que ver con una forma de vida que cultiva
ciertas ideas sobre el mundo, y que va orillando a la persona al fanatismo.
La
psicología dice que una característica del fanático es el estar convencido de
que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones
de los demás. “Defiendo mi catolicismo, y lo defiendo bien. Una vez me peleé
con unos testigos de Jehová que fueron a mi casa (…), y a unas amigas que son
cristianas ya ni les hablo” dice Doña Mary primero orgullosa y luego apenada.
De hueso colorado.
“Cada
quince días estoy en el estadio, no falto a ni un juego. Siempre me vas a ver
ahí con la camiseta bien puesta” inicia comentándonos Chuy cuando le pedimos
que nos hable de su afición por el equipo de futbol Santos Laguna.
Chuy
tiene 21 años trabaja en un supermercado y es miembro de la porra santista “La
Tribu”. Nos dice que no importa si se tiene que gastar toda la quincena, con
tal de ir al partido lo hará, todo sea por el amor a la camiseta. “Los
jugadores van y vienen, pero el equipo sigue siendo el mismo, y mi corazón es
verde y blanco”, nos platica mientras nos presume un tatuaje en el brazo
derecho con el escudo del equipo lagunero.
“Sí,
sí tengo amigos que le van a otros equipos, pero con los que más me junto y que
son mis verdaderos amigos son los que le van al Santos”, nos dice cuando le
preguntamos sobre su vida fuera de ‘La Tribu’. Y es que, desde la psicología,
tener un fanatismo hacia una idea o ente te aparta de quienes no comparten tu
afición, mientras estrecha tus relaciones con aquellos que sí la comparten
Cuando
le preguntamos a Chuy si tiene problemas derivados de su fanatismo nos
responde: “generalmente no, en la región todos somos muy guerreros, pero una
vez me descontaron en el trabajo por irme antes de que acabara el turno para
irme al juego, y llegar tarde al otro día por la desvelada (…) y pues hay veces
en que te metes en peleas con las porras de otros equipos y se arman los
golpes, pero hasta ahora nada grave”. La psicología aborda este tema diciendo
que en casos en los cuales el fanatismo rebasa la irracionalidad, puede llegar a grados peligrosos, como golpear
o matar a un ser humano con tal imponer su creencia.
De fanática a “fan”.
Es
muy común que en la etapa de la pubertad y adolescencia los jóvenes se
interesen por la música y sus intérpretes, pero cuando uno de ellos capta la
atención en particular es cuando vuelven fanáticos. “Katya”, quien nos pidió no
usáramos su nombre real, tiene 18 años y se considera ‘fan’ de la banda alemana
“Tokyo Hotel”, hace algunos años esta banda de rock-pop era bastante popular y
figuraba en las listas, pero hoy en día está un poco rezagada y ha perdido
popularidad; sin embargo, eso no ha detenido a “Katya” con su fanatismo.
“Tengo
tres paredes de mi cuarto tapizadas con posters de ellos, me encantan, y estoy
consiguiendo uno grande para ponerlo en el techo” es lo que nos dice “Katya”
cuando le pedimos que nos hable de su fanatismo. “Tengo todos sus discos, y mi
celular está lleno de imágenes de ellos” complementó.
“Todo
comenzó cuando estaba en secundaria, los escuché en la radio y me gustaron
mucho, luego encontré un grupo de fans que se juntaban los fines de semana en
el bosque (Venustiano Carranza) y de ahí fue creciendo”, nos platica cómo
inició su afición por la agrupación musical. Visto desde el punto de vista
sociológico el fanatismo se deriva de la necesidad de seguridad que
experimentan las personas que son inseguras. Se trata de una especie de
compensación frente a un sentimiento de inferioridad y necesidad de
pertenencia; es por esto que este tipo de fanatismo se ve más presente la etapa
de la adolescencia.
Cuando
le preguntamos hasta qué nivel ha llegado su fanatismo nos contesta muy orgullosa
que en la primer visita a México por parte de la banda alemana, empeñó su
celular y un reproductor mp4 y pidió prestado a algunas amigas para poder
pagarse el viaje y el boleto para asistir al concierto de su banda favorita
“Tokyo Hotel”. “Y cada vez que vienen, me pongo a ahorrar desde meses antes,
para que ya no me pase lo de la primera vez, en ese entonces mi mamá me regañó
mucho por haber empeñado el celular; así que ahora tomo mis precauciones”
sentencia “Katya” con una sonrisa.
Si
bien es cierto que el ser fanático es rebasar el límite de un comportamiento
normal, lo que provoca una serie de desventajas, también tiene sus beneficios.
Los fanáticos adoptan una identidad, y se protegen con ella, se relacionan con
personas gracias a su afición y pueden llegar a superar complejos de
inferioridad y pertenencia. Pero cuando pones al límite tus creencias y
aficiones, y comienzas a sufrir repercusiones a causa de esto es cuando
consideras que el saber popular “todos los extremos son malos” no estaba tan errado.
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